lunes, 24 de marzo de 2008

El comienzo,

Hola, se bienvenido/a al que es mi primer blog como tal, del que espero que no salgas con la impresión de que has perdido tu valioso tiempo. Me propongo entretener, opinar e incluso arrancar alguna que otra sonrisa, que nunca sobran. Para empezar pondré aquí un relato de mi cosecha, no se si será demasiado largo para lo que es normal en esta clase de sitios, pero espero que amenice tus próximos 5 o 10 minutos. Recibe un saludo, y gracias por la molestia.

-¿Cómo dice, doctor? ¿Capricornio?
-Ehh...no, no... cáncer.
-Ah...supongo que benigno, ¿no?
-Es mortal. Inoperable.
-Y... ¿cuánto me queda de vida?
-Así, a ojo... unos tres meses.
-Demonios.
Lo sabía. Sabía que llegaría éste maldito día. Trabajando 10 horas diarias en ese maldito taller de pintura, y fumando toda la vida como un carretero me iban a condenar algún día al maldito cáncer de pulmón. Qué asco de vida. Tres meses... eso es un suspiro. Suerte que lo tengo todo preparado, aunque tres meses... Me esperaba algo más de tiempo. En fin, he de ponerme manos a la obra.
Me dirigí a la casa de campo de mi padre, que la tenía en Alcubierre, a unos 45 kilómetros al norte de Zaragoza capital. Un sitio tranquilo, desértico. Sin mirones. Abrí la puerta del cobertizo, que estaba lleno de polvo. En el suelo, bajo una estantería de chapa, vi lo que buscaba. Un par de baúles metálicos con unos candados como mi puño de grandes. Suerte que estaba prevenido, y con una cizalla logre cargármelos y abrir el primer baúl. Que delicia. Aunque dentro no había oro, mi rostro se iluminó como si hubiera tan preciado metal en lugar de un kalashnikov, una UZI, un par de Berettas-con sus respectivos silenciadores- y munición suficiente para disparar todas las armas durante un buen rato. En el otro baúl, más pequeño que el primero, un chaleco antibalas, 4 granadas explosivas, un par de granadas de humo y unos cuantos cargadores para las Berettas. Gracias, papá. Gracias por ser un psicópata malnacido amante de las armas. Lo cargué todo en el maletero y dejé la puerta del cobertizo abierta. Me daba igual que mi padre averiguara que había sido yo, pues la cerradura no estaba forzada. Mis huellas, por todas partes."¿Mi hijo? No puede ser". Sí, papá. Me criaste como un maldito demente, atente a las consecuencias.
Conduje hasta casa, y aparqué el coche cerca de un parque, en un sitio oscuro. Que no llamase demasiado la atención. Dormí dentro, con el asiento reclinado. Desperté por la mañana temprano, y me dirigí a mi barrio, donde había una ferretería estupenda, donde me compré el machete más grande, mejor afilado y más barato que tenían por 11,99€. Me pasé también por una tienda de ropa que parecía haber salido de 1953. La tendera también.
-Buenos días.
-¿Qué quiere?
-Mmmm estaba buscando una gabardina grandota.
-Usted no es muy grande.
-Me refiero a que sea ancha y esas cosas.
-¿De qué color?
-¿La tienes en negro?
-Oiga, no me tutee.
-Disculpe.
-¿Negro?¿Qué es usted, una especie de mafioso?
-La tiene en negro o no.
-Espere que mire.
-De acuerdo.
-Sí, la tengo en negro. Serán 150€
-Arrea.
-¿Cómo dice?
-Nada, aquí está el dinero, no quiero que me des bolsa, adiós y gracias.
-Que no me tutee.
-Disculpe.
Maldita loca prehistórica. Tú también recibirás tu merecido.
Me dirijo hacia el Ebro, tan marrón como siempre. Gracias alcalde, suerte tienes de ser importante y tener un montón de gente con pistola alrededor tuyo. Cruzo el puente y empiezo a notar los nervios en el abdomen. El sudor frío, miradas furtivas al retrovisor...Me encamino hacia el GranCasa, el centro comercial más grande de Zaragoza. Aparco en el Parking subterráneo y aparco donde me da la gana, sin mirar la letra o el color del aparcamiento. Me da igual. No volveré a por el coche. No me dará tiempo. Salgo del coche. Qué complicado es andar con todo esto puesto. Si la gabardina no pesara 30 kilos por la munición y las granadas, casi andaría mejor. Subo por la rampa mecánica. Nadie me mira. Nadie sospecha nada. LLego a la primera planta. Está a reventar de gente. Parejas. Grupos de amigos. Viejos. Niños. Guardias de seguridad. Sorprendentemente, no hay demasiados. Subo unas escaleras mecánicas y llego a la primera planta, y busco con la mirada el característico rojo de MediaMarkt™. Entro, y paso a un metro de una chica vestida con el uniforme de Securitas···©. A pocos metros está recepción, y me atiende una chica simpatiquísima con una preciosa melena rubia.
-Buenos días. ¿Qué desea?
-Hola. ¿Puedo tutearte?
-No.
-Disculpe.
-¿Qué desea?
-¿Me recuerda?
-Lo siento, señor, pero por aquí pasan cada día cientos de personas, como comprenderá, me resultaría muy difícil acrdarme de todo el mundo.
-Ah, estupendo, pues yo sí que te recuerdo. Tú me atendiste, soy un ex-cliente vuestro, al que vendisteis un ordenador buenísimo, el cual no funcionaba en absoluto y os lo traje a reparar la víspera de Nochevieja. Qué estúpido fui al confiar en vuestras amables palabras: "Sí, señor, en 30 días como máximo tendrá usted su ordenador listo. Dos meses y medio tuvisteis mi ordenador sabe Dios dónde mientras yo esperaba como un inútil vuestra llamada, hasta que llamé yo y me dijeron: "Oh, si, señor, pues esto no es normal. Pásese un día de estos, y le cambiaremos el ordenador completamente gratis sin complicaciones. Falso. Vine un Martes(vivo a 150 km de aquí), y me faltaba un papelito de 15cmx20cm, y no me disteis el ordenador. Bien. Vine al sabado siguiente y por supuesto, al haber pasado 3 meses desde su compra, no había una torre igual, así que tuve que abonar 50€ más para conseguir una torre de similares prestaciones, eso sí, con tarjeta TV, muchas gracias.
-Bonita historia, señor. Entonces, todo se ha arreglado, ¿no?
-No. En mi torre tenía unas fotos que ya borré de mi cámara digital, y no podré recuperarlas nunca.
-Bueno, señor, pero ahí ya si que nosotros no podemos hacer nada.
-Respuesta equivocada, zorra.
-¿Cómo dice?
Saco una Beretta con una mano y con la otra desenfundo el megamachete que compré aquella mañana. Le vuelo la cabeza a esa maldita puta rubia y la sangre salpica la cara de su compañera. El agudo grito que suelta esa zorra alerta a la chica de Securitas···©, pero ya es demasiado tarde, pues ya tiene la hoja de mi machete atravesada en la tráquea. De un tirón lo saco, y lo guardo rápidamente en su vaina, en mi pierna. Me doy la vuelta y mientras saco la otra Beretta con silenciador voy disparando primero a los de rojo, los "dependientes simpáticos". Yo no soy Tonto. Tomad tontería. Disparando con dos pistolas a la vez los dependientes se acaban pronto, y la gente está empezando a salir corriendo y chillando. Voy disparando a los que pasan relativamente cerca de mí mientras salgo del establecimiento. Nada más salir, se acaban las balas de las dos pistolas y las guardo bajo la gabardina. Corro en direccion contraria a la masa aullante y me cruzo con un par de guardias de seguridad que corren hacia los gritos. Me paro, me doy la vuelta y como un rayo cargo una de las pistolas, y vacío el cargador contra ellos. Revientan algunos cristales, los guardias caen muertos y desde donde estoy, nadie me ha visto. Saco una granada de humo, y la tiro hacia abajo por uno de los enormes agujeros que comunican todas las plantas. Abajo hay gente mirando hacia arriba, y alguien me señala. Justo en el momento en el que la granada estalla llenando todo de humo en pocos instantes, le vuelo la cabeza a ese imbécil de un disparo, y arrojo una granada explosiva donde había más acumulación de gente en el piso inferior, un bar precioso llamado Café&Té. Se han acabado las tonterías: Estoy sudando, cansado de correr con esto que pesa un quintal, y se ha disparado el sistema anti-incendios. Saco el kalashnikov y empieza la fiesta de verdad. Empieza a caer gente, el piso de arriba se está quedando vacío. De repente, una bala atraviesa el cristal de la barandilla y impacta contra la pared que tengo a mi derecha. Leñe, estuvo cerca. Miro hacia abajo y veo un segurata que al parecer anda con problemas de encasquillamiento. Error. Apunto a sus pies, y aprieto el gatillo con decisión. Coso su cuerpo entero de abajo a arriba y algunas balas rompen las baldosas de la pared. Veo que por abajo empiezan a llegar más seguratas. Esto ya se pone feo, empiezo a correr agachado, aunque las balconeras de cristal de poca protección sirven. LLueven balas y cristales por todos lados y empiezo a confiar en mi buena suerte. Giro una esquina, y me encuentro un policía que no se qué demonios hace ahí, pero me esta apuntando y de su cañón sale la muerte a por mí. La bala impacta de pleno en mi pecho y caigo de espaldas disparando una ráfaga que le impacta de lleno. Me levanto como puedo, casi no consigo respirar pero continúo vivo gracias al chaleco antibalas, y sigo corriendo. Encuentro unas escaleras y las bajo saltando escalones de 4 en 4 mientras no paran de llover balas sobre mi cabeza. Disparo contra los seguratas, no les doy, pero al menos me sirve para que se cubran y dejen de dispararme. ¿Cuantas balas lleva esa gente? Sigo corriendo hacia las escaleras mecánicas, cuando veo que varios seguratas más están subiendo por ellas, o al menos intentándolo, enfrentándose a la masa aullante que trota por su vida. La ocasión la pintan calva, dicen. Saco la otra granada, le saco la anilla y la arrojo a la marea humana que intenta salvarse de mi purificación. Mientras la destrucción vuela hacia las escaleras, disparo las balas que me quedan contra los seguratas. No les acierto a ellos, pero cae algún pardillo antes de que la granada explote y mande volando a unas cuantas desdichadas personas. Agua. Sangre. Sudor. Fuego. Veo una puerta con una señal verde de emergencia, corro hacia ella y la abro de una embestida en el momento en el que una bala atraviesa limpiamente mi antebrazo. Duele muchísimo, pero sigo corriendo escaleras abajo mientras oigo gente malhumorada gritando y disparándome por encima mío. LLego a la planta baja, y sigo bajando. Al parking. El maldito instinto de supervivencia ha aflorado en mí, y el maldito y odioso miedo. Empiezo a correr entre coches con las luces encendidas y gente con carros tranquilamente caminando. Me sorprende sobremanera, no esperaba que ahí abajo no se hubieran enterado de nada. Ya que estamos, arremeto con la culata de mi kalashnikov a un tío que se acaba de dar cuenta de que no llevo una bolsa de la compra precisamente. Cae al suelo y tiro el fusil con una mano a la luna de un coche que está buscando aparcamiento. Me doy cuenta de que el color del aparcamiento no me suena, ni siquiera era la misma planta. El coche estaba más abajo. Bajar más supone encerrarme aún más, asi que se me ocurre una idea menos estúpida: robar un maldito coche, carajo. Me saco la gabardina, ya no me hace falta y me hace reconocible. Me agacho tras unos coches y espero al incauto que me va a prestar su coche. No tarda en aparecer, salto sobre el y golpeo la ventanilla. Se detiene bruscamente, abro la puerta, le doy un culatazo con la pistola y lo saco del coche. Por suerte, iba solo, y no tengo que disparar a nadie más por el momento. Apenas puedo sostener el volante con la mano izquierda, me duele demasiado, y tengo que conducir y cambiar de marcha con la derecha, así que dejo la Uzi en el asiento del copiloto y cierro los seguros. Unos guardias de seguridad salen por las puertas de cristal automáticas, empuñando sendas pistolas y mirando hacia todas partes a la vez. Conduzco tranquilo, paso cerca de ellos, a una fila de coches, pues el trazado me obliga a seguir ese camino para no llamar la atención. Los nervios, el miedo, la adrenalina, están más presentes que nunca. De repente, una cara ensangrentada aparece en la ventanilla, y veo un idiota que intenta abrir la puerta del coche. Freno, cojo la Uzi y le acribillo la cara a traves del cristal. A correr. Conducir con una mano en un parking lleno de coches danzando y balas volando es una experiencia que no recomiendo a nadie. Consigo llegar a la rampa de salida, acelero a tope y me cargo la valla de seguridad, salgo a la calle y acelero lo más que me da la mierda del Fiat Punto viejo que me ha dado por robar. Sorprendentemente, nadie me persiguió hasta llegar a casa. Pasé encerrado unos días, llamé a mi padre y no comentó nada del cobertizo, así que supuse que ni siquiera había pasado por enfrente. Decidí matar al médico, por darme la mala noticia. Fui a la consulta, pasé por delante de recepción y abrí la puerta sacando la pistola, pero él sostenía una escopeta de caza apuntándome directamente a la cabeza.
-Vaya, vaya. Así que querías matarme, ¿eh?
-Bueno, tampoco es eso...
-Resulta que tengo licencia de armas y permiso para tenerlas aquí. Si ahora te disparo, no me pasará nada. Estás armado. ¿Conoces las palabras "Defensa propia"?
-Bueno, no conjeturemos.
-Es más, has hecho el imbécil completamente.
-¿Cómo?
-Sé lo que hiciste en el GranCasa, atontado. Aún diré más, lo planeé yo.
-¿Pero como lo vas a planear tú?
-He seguido tu historial psiquiátrico durante años, y resulta que eres, aparte de "mentalmente divergente", esquizofrénico paranoide y muchas palabras largas más. Sabía que al pensar que tu muerte estaba cerca, tu actitud ante tal noticia sería tener una reacción totalmente absurda y homicida. No te estás muriendo. Ni siquiera tienes problemas de salud.
-Pero...¿Cómo...?
-Tarde, payaso.
Un disparo. Una sensación extraña. Una tenebrosa eternidad pasó ante mis ojos. Después, la luz.
-Y aquí estoy.
-Menuda historietilla, sí señor
-Y bueno, ¿Qué es lo que me espera? ¿Condenación? ¿Paraíso?
-¿No responde a tu pregunta el mero hecho de estar aquí?
-Bueno, en parte. ¿Y cuánto tiempo pasaré aquí?
-Desde luego, haciendo preguntas de esas te vas a aburrir mucho por aquí.
-Vale, me callo. Una última cosa:¿Puedo tutearte?
-No blasfemes.
-Disculpe.
FIN